Quienes llegaron a América, en la conquista, no fueron lo mejor de la sociedad española. Todo lo contrario, delincuentes y truhanes de todas las pelambres, personas llenas de vicios y enfermedades. No les importaba sino el enriquecimiento rápido y a sangre y fuego.
Por eso hicieron lo que hicieron a nuestros nativos, particularmente los Guane quienes fueron víctimas de varias de varias masacres que la iglesia católica, de la época, estimuló a nombre de Cristo, bajo el falso supuesto que estaban buscan “almas para Dios”.
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Unos reyes y un Papa españoles |
La base “legal” para que los indios llegaran a perder el sano dominio de sus propiedades, se debe a un apasionado Cardenal se le dio por decir que el Papa, por ser el representante de Dios en la tierra, podía hacer de ella cuanto se le viniera a su antojo.
Los Reyes de España saltan de alegría porque usando esa absurda teoría cardenalicia podrían convertirse en dueños absolutos de las tierras del Nuevo Mundo que había descubierto Cristóbal Colón. De esa manera pusieron en marcha un plan para envolver al Vaticano en su favor.
El fanatismo religioso que lleva a la ceguera empujó al Vaticano a semejante irracional desafuero. “En el siglo XIII se aceptó la tesis sostenida por el Cardenal de Ostia, Enrique de Susa, de que el Romano Pontífice era señor universal del mundo.” Pensar lo contrario podría llegar a ser peligroso, asesinar a nombre de Dios era un deporte.
En esa misma época se escribió: “No podemos negar que no solamente la tierra, sino toda la creación entera es de Dios, pero que el Papa sea el dueño absoluto del mundo es una falacia demasiado ambiciosa e ilógica”.
Los príncipes cristianos en una procesión arrolladora acudían al Papa con toda clase de astucias, propuestas y teorías para obtener concesiones en las tierras descubiertas. El falso argumento de que las tierras de América eran bienes mostrencos o de dueño desconocido era la más usada.
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papa Alejandro VI |
Los reyes de España tenían dudas de que el papa fuera el administrador absoluto de la creación, entendían que lo que estaban haciendo era un abuso de talla mayor, pero la ambición del oro, a la riqueza y al poder absoluto, entre otras cosas, no los dejaba pensar claramente.
“No faltó a los Reyes de España incertidumbre sobre la legitimidad de sus derechos. Por esto acudieron repetidamente al Papa Alejandro VI para obtener la confirmación de su señorío en las tierras descubiertas”.
El Papa difundió cinco bulas y de ellas se agarraron los españoles para montar su imperio obseso de oro y en la práctica un torrente de sangre y muerte.
No todos los reyes europeos creyeron en el cuento del arzobispo Ostia. Muchos Político y gobernantes le negaron valor a las bulas papales. Aquí surge la célebre respuesta de Francisco I, cuando el Emperador Carlos V le reclamó por las expediciones francesas al Canadá: “Quisiera ver la cláusula del testamento de Adán que me excluye de la repartición del mundo”.
Luego de la tinterillada, el Estado Español, se dio cuenta que carecía de recursos económicos indispensables para ejecutar una colonización directa, racional y civilizadora. Dejó la iniciativa en manos de elementos indeseables en la Península con el titulo de “don”, quienes solo buscaban su enriquecimiento personal.
Por ser quienes eran, cometieron tantas injusticias y abusos, pero la responsabilidad se hacia a un lado. “En buena conciencia no se podía simplemente despojar a los indios de sus tierras para entregarla a los conquistadores, pues no existían antecedentes jurídicos que justificasen este acto”.
Decenas de sínodos y reuniones donde aparecían los grandes señores españoles en las nuevas tierras y los curas como cabezas visibles, llegaron a la conclusión y reconocimiento del abuso que se había cometido, pero lo seguía cometiendo sin control ni vigilancia. “…No se hizo absolutamente nada para frenar y corregir...”
El primer Sínodo de Santa Fe, convocado por Fray Juan de los Barrios, en 1556 y al que asistieron los Oidores y Don Gonzalo Jiménez de Quesada, se hicieron tres preguntas: ¿La guerra que se hizo a los indios fue justa o no? ¿Los encomenderos estaban en la obligación de restituir a los indios lo que ellos les habían pagado? y ¿Si debían restituir lo que han sacado de las tumbas y santuarios de los indígenas? No se atrevió nadie a responder.
El un sínodo celebrado en Popayán, en 1558, por su primer obispo, Don Juan del Valle, dio respuesta categórica: “Las guerras hechas a los indios fueron injustas y todos los que las hicieron son obligados solidariamente y en conciencia a la restitución de todos los daños”. Los respetabilísimos conquistadores y colonizadores jamás realizaron la restitución, por el contrario, no sólo obstinaron en retener los bienes usurpados, sino en continuar el comportamiento criminal durante muchos años.
El historiador Juan Friede anota, con gran verdad, que los reyes y conquistadores “a lo sumo descargaban su conciencia a la hora de la muerte, dejando legados a las iglesias y hospitales con el fin expreso de reparar las injusticias cometidas con los indios, pero nunca, en la realidad, nada les fue devuelto”.
Definitivamente nuestros ancestros, como los Guane y Muiscas, fueron mil veces más gente honorable y digna que los españoles, la basura de España, a la que encomendaron abusivamente la conquista y colonia. Condena a los, autoridades, historiadores y docentes que maltratan a nuestros nativos predicando superioridad moral y social sobre esa gente que sabía que lo estaban haciendo mal, pero seguían en la misma.